Ida
Tengo que ir al centro en un horario malísimo para viajar, a las 2 de la tarde debería estar allí para encontrarme con alguien que viene de España en una estadía de dos meses a trabajar sobre teatro histórico y como en Buenos Aires hace quince años que somos expertas en esto hasta aquí se vino.
Y ahora yo la tengo que introducir en el mundo del instituto, de la investigación y del teatro histórico.
Llevo a los chicos al cole, vuelvo a casa y Luis me lleva a Lacroze, cargo la SUBE, no tengo auriculares, el otro día subiendo la escalera en Florida alguien me pisó las ojotas que todavía me empecino en usar aunque estemos casi en abril y me caí, lo primero que encontré para agarrarme fueron los auriculares y así me quedé con un pedazo de cable en cada mano. En el andén están todos con auriculares gigantes, flúo, carísimos y yo quedo escuchando los avisos de las pantallas. Llega el tren, bastante más lleno que a la hora que viajo siempre, puedo entrar cómoda pero parada. Un hombre le pide a otro que se corra, que le deje un lugar, el hombre se aprieta con el de al lado y lo recibe en el asiento con un “Bienvenido, amigo”.
En cada estación el subte para un rato largo, abre y cierra las puertas como ocho veces, en Malabia suben los que venden la música, cien canciones atronando por unos altoparlantes que nadie oye excepto yo que no tengo auriculares, en Angel Gallardo está cinco minutos, la gente baja, sube, vuelve a bajar y vuelve a subir, arranca, hay olor a quemado, la música sigue atronando el vagón, solo para mí.
Finalmente en Medrano yo que no tengo auriculares escucho que la línea está interrumpida, nos quedamos. Mando mensajito a Luis para avisarle y a Patricio para que le avise a la nueva investigadora, los dos me responden, me tranquilizan. Los de la música optan por subirla aun más, si eso puede ser posible, para ponerle buena onda dicen.
Alrededor de diez minutos después el subte arranca. Avanzamos despacio, pasamos por el Abasto y por Pueyrredón, en ambas estaciones la voz seguía diciendo que la línea estaba interrumpida, en Pasteur lo vuelvo a escuchar, mi subte andaba. Recupero el sentido del “Bienvenido, amigo” y en algo que me pareció bien inteligente mando mensajitos otra vez a Luis y a Patricio, les escribo “la línea está interrumpida, mi subte anda. Moebius”. Claramente a mis interlocutores no les pareció tan ingenioso como a mí porque ni me contestaron.
Después se
arregló todo, el subte volvió a ir rápido, en Carlos Pellegrini los amigos del
asiento se despidieron con un “Chau querido” y yo me bajé en Florida prestando
atención a las escaleras.
Llegué al instituto prometiéndome fervientemente sacar dinero de algún lado para comprarme auriculares, con ellos no me hubiera enterado de nada.
Vuelta
Listo, ya quedó la investigadora instalada. Tengo que volver, 4 y cuarto sale Ro del jardín, 5 menos 20 clase abierta de música. Con la B no insisto, tomo la D y bajo directamente para buscarla al cole, mejor aún para encontrarme con Luis en la puerta del cole.
Llego a Catedral, no hay lugar ni para entrar al andén. Pego la vuelta, enfilo hacia el bajo para tomar el colectivo. Son las 3 y media, tengo tres cuartos de hora para atravesar la Plaza de Mayo, cruzar Leandro Alem, esperar el colectivo, subirme y llegar a Belgrano. Difícil, pero no imposible.
Todo más rápido de lo esperado, me siento en el asiento de atrás.
Al lado tengo a
una mujer que en Retiro me pregunta la hora, se me gastó la batería del celular
me explica y me olvidé de ponerlo a cargar. A la altura del velódromo el chofer
decide acelerar, lo imagino más apurado que yo, hay que sostenerse para no
caerse en las curvas, la mujer de al lado me mira, tengo miedo de llegar tarde
me dice, pero no llegar a tiempo así, le pongo cara de “y no...”.
Me empieza a
caer simpática, me cuenta que salen sus hijos del cole, por Belgrano, conozco
el colegio, van los chicos de Erica, tengo diez minutos hasta que salgan,
llegamos le digo con fe, yo voy un poco más allá y tengo cinco minutos más que vos nada más.
Quedamos
hermanadas en una solidaridad de madres, inmensa, transversal, policlasista.
Me cuenta
también que viene del Once, de comprar unos tachos de témpera, baratísimos, me
acuerdo de la témpera magenta del otro día, que vive lejos, que la hija no se
va a ir de viaje de egresados de 7mo, porque sale como 5000 pesos, que no sabe
a qué colegio va a ir en la secundaria, las mías grandes no se fue ninguna de
viaje le contesto y el cole donde van los chicos está bueno para la secundaria,
la mando a averiguar, el colectivo seguía a las chapas, claramente ambas
llegábamos a buscar nuestras criaturas.
Antes de bajarse la mujer me
dice, “ahora me tomo el tren rojo para volver a mi casa, vivo en Grand Bourg,
es mucho viaje, nos levantamos temprano y volvemos tarde, pero ya estamos
acostumbrados”, y como justificándose me explica que sus sobrinos que van al
cole en la provincia están en séptimo y no saben leer.
Y yo creí que tenía una tarde complicada porque seguía en auto al colegio de música en Villa Urquiza.
Y yo creí que tenía una tarde complicada porque seguía en auto al colegio de música en Villa Urquiza.
Nos despedimos
deseándonos buena suerte.
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