Ayer a la tarde me quedé en casa.
Tenía mucho para terminar, la cabeza
por explotar, algo para corregir, otra cantidad de trabajos para
empezar y muchos viajes llevando y trayendo criaturas.
Pili volvió temprano del
colegio porque había paro, Valen se iba más tarde a la facultad
porque había paro.
Decidieron, las dos, ir a
la peluquería, juntas.
Valen a enrectarse el
pelo y ver cómo le quedaba un flequillo abierto a la mitad.
Pili a cortárselo hasta
donde se animara.
Valen después de la
peluquería se iba a la facultad, después de la facultad se iba a
comer con KP, después se iba a festejar que cumplían 2 años no de
novios, de novios parece que es dentro de dos meses, 2 años de algo.
Como fuera, volvería casi a la noche
del día siguiente.
Tal vez por eso se fue abrigadísima
entre el último calor del otoño, buzo con capucha y campera de jean
en la mano, aunque la explicación fue otra: para que nadie me ponga
burundanga.
Pili, el otro extremo,
con un vestido cortísimo sin mangas ni cuello, ninguna prevención
contra la burundanga.
Salieron para irse caminando juntas a
la peluquería.
Me asomé a la puerta y las ví irse,
plateando las hojas que ya llenan todas las veredas.
Las dos de espaldas.
Se alejaban al mismo tiempo. Tan
diferentes, tan iguales, tan grandes.
No son muchas las noches que comemos
todos juntos. O no está Valen o no está Pili.
Por eso me encantan esas noches que nos
quedamos hablando en la cocina, las tres.
Y me gustan más las veces que ya se va
sumando Maite. Las cuatro.
El padre que escucha y huye despavorido
porque no puede creer lo que está escuchando.
Que
están están, que mechan, que a quiénes votan, que cómo la abuela
va a preguntar eso, que una amiga le dejó al muchachito el cuello
marcado, que cómo con Pili hablo esas cosas, que si fuiste al
dissors, que cómo puede aparecer después de una fiesta a las ocho
de la mañana, que yo no podía, que les compre toallitas,
maquinitas, corpiños, que no puedo creer que vos me tuviste a esa
edad, que es como si yo dentro de dos años tuviera un hijo, que no
como chicle cuando vuelvo a la mañana para tapar el olor a alcohol o
a cigarrillo o a dios sabe qué sustancia, que al profe de latín le
encantó que llevara exegi monumentum, que no tenemos la culpa de que
esto sea una conejera, que esa historia mami ya nos la contó veinte
veces y cada vez le agrega algo.
Me pelean, me burlan, nos
reimos.
Una vez, en 2007, Consu
recién nacida, en el comedor de casa, tomando unos mates con Camila,
que no se va a acordar porque está en campaña y la vemos solo en
los carteles de la esquina de casa y además porque ya pasó mucho
tiempo, me dijo, queriéndome conjurar tantas sombras, no te das
cuenta lo que va a ser, pero vas a tener cinco mujeres
al lado tuyo.
Yo, en esos momentos, en
los que no me animaba ni a pensar en el día siguiente no lo entendí.
Pero estas
noches mientras lavamos los platos, pasamos el antigrasa por la
mesada de la cocina, cargamos el agua del bidón en la jarra y la
ponemos en la heladera lo voy entendiendo.
¡ay, qué divertido! un "solo damas" en tu propia casa
ResponderEliminarSíiii!!!
ResponderEliminar