viernes, 17 de abril de 2015

Chicas


Ayer a la tarde me quedé en casa.
Tenía mucho para terminar, la cabeza por explotar, algo para corregir, otra cantidad de trabajos para empezar y muchos viajes llevando y trayendo criaturas.
Pili volvió temprano del colegio porque había paro, Valen se iba más tarde a la facultad porque había paro.
Decidieron, las dos, ir a la peluquería, juntas.
Valen a enrectarse el pelo y ver cómo le quedaba un flequillo abierto a la mitad.
Pili a cortárselo hasta donde se animara.
Valen después de la peluquería se iba a la facultad, después de la facultad se iba a comer con KP, después se iba a festejar que cumplían 2 años no de novios, de novios parece que es dentro de dos meses, 2 años de algo.
Como fuera, volvería casi a la noche del día siguiente.
Tal vez por eso se fue abrigadísima entre el último calor del otoño, buzo con capucha y campera de jean en la mano, aunque la explicación fue otra: para que nadie me ponga burundanga.
Pili, el otro extremo, con un vestido cortísimo sin mangas ni cuello, ninguna prevención contra la burundanga.
Salieron para irse caminando juntas a la peluquería.
Me asomé a la puerta y las ví irse, plateando las hojas que ya llenan todas las veredas.
Las dos de espaldas.
Se alejaban al mismo tiempo. Tan diferentes, tan iguales, tan grandes.


No son muchas las noches que comemos todos juntos. O no está Valen o no está Pili.
Por eso me encantan esas noches que nos quedamos hablando en la cocina, las tres.
Y me gustan más las veces que ya se va sumando Maite. Las cuatro.
El padre que escucha y huye despavorido porque no puede creer lo que está escuchando.

Que están están, que mechan, que a quiénes votan, que cómo la abuela va a preguntar eso, que una amiga le dejó al muchachito el cuello marcado, que cómo con Pili hablo esas cosas, que si fuiste al dissors, que cómo puede aparecer después de una fiesta a las ocho de la mañana, que yo no podía, que les compre toallitas, maquinitas, corpiños, que no puedo creer que vos me tuviste a esa edad, que es como si yo dentro de dos años tuviera un hijo, que no como chicle cuando vuelvo a la mañana para tapar el olor a alcohol o a cigarrillo o a dios sabe qué sustancia, que al profe de latín le encantó que llevara exegi monumentum, que no tenemos la culpa de que esto sea una conejera, que esa historia mami ya nos la contó veinte veces y cada vez le agrega algo.
Me pelean, me burlan, nos reimos.


Una vez, en 2007, Consu recién nacida, en el comedor de casa, tomando unos mates con Camila, que no se va a acordar porque está en campaña y la vemos solo en los carteles de la esquina de casa y además porque ya pasó mucho tiempo, me dijo, queriéndome conjurar tantas sombras, no te das cuenta lo que va a ser, pero vas a tener cinco mujeres al lado tuyo.
Yo, en esos momentos, en los que no me animaba ni a pensar en el día siguiente no lo entendí.


Pero estas noches mientras lavamos los platos, pasamos el antigrasa por la mesada de la cocina, cargamos el agua del bidón en la jarra y la ponemos en la heladera lo voy entendiendo. 

2 comentarios: