Sábado
Nos despertó el granizo,
a las siete de la mañana.
Entramos la ropa, las
sillas y ya nos quedamos despiertos.
Un rato después salimos
a hacer compras. De repente todo se había llenado de hojas, lo más
peligroso de las hojas, tapan la caca de los perros.
Libros del cole para
Maite. Ropa para mí que me habían regalado mis amigos para el
cumple. Otra vez a Belgrano.
En la farmacia de Pampa y
Superí estaban filmando, la calle medio cortada, paneles plateados
que reflejaban el empedrado y las hojas que el granizo había dejado
en las veredas.
Mientras Luis protestaba
me acordé, de la nada que ahí habíamos comprado el evatest de
Valen. Un sábado a la noche que volvíamos del cine, dentro de poco
se van a cumplir veintiun años.
Salió por la ventanilla
de la farmacia un japonés con el paquete del evatest, a la mañana
siguiente nuestra vida ya cambiaba para siempre.
Mientras llegábamos a
Cabildo recordé rápido todos los evatest y todas las farmacias en
los que me los había comprado.
Alrededor de veinte tal
vez, nueve que sí.
Por Belgrano no se podía
caminar, en cada esquina, mesas, sombrillas, globos, carteles,
papeles.
Un infierno. Luis me hizo
cruzar Cabildo por la mitad, entendió que era más seguro cruzar por
ahí que pasar conmigo por las esquinas de los globos multicolores.
Después fuimos a la
carnicería. Necesitábamos preparar la comida para el almuerzo del
domingo.
Siempre vamos a la misma. Ahora está un poco cara pero tiene carne
buenísima.
Me encanta uno de los
dueños, maneja la camioneta pero a veces está en la caja.
Morocho,
cara de pajarito, como me gustaron siempre.
Entramos. Ahí estaba.
Hacía mucho que no lo veía. Luis me burla, me avisa,
mirá quién está.
Regalo de Pascua le contesto.
Llega el momento de
pagar, Luis le da mi tarjeta, el morocho le da el ticket para que
firme a Luis, que le dice, canchero, paga ella y me pasa el ticket.
Siempre paga ella sigue
Luis, interesado en conversar con el muchacho, yo cocino y ella paga.
Ah y seguro que también lavás los
platos le sigue mi amigo la conversación, ahí me meto yo, no, los
platos no los lava, pero plancha.
Entonces, vuelve a hablarle a Luis, diálogo de hombres, te ahorrás la señora que plancha y la que cocina.
Y sí remata Luis,
cocino, plancho y encima me quieren cambiar por otro ¿ a vos te
parece?
Firmé el ticket, desee
Felices Pascuas y salimos.
Con todos esos evatest
pensé, por quién lo voy a cambiar.
Y la Semana Santa se
empezó a iluminar
Domingo
Lindo almuerzo de Pascua.
Madrinas, padrinos.
Algunos almorzaron con
nosotros y otros pasaron después a visitar a sus ahijados y
ahijadas.
Como siempre, chicas
jugando por todos lados.
Estani que le hizo un dibujo a Santiago.
Valen y Consu viendo sus
partidos de fútbol por la tele.
Consu que quiere que Sonsi le
devuelva a Carlos Tevez, la figurita.
Xime que me contó la
historia de Huracanía y que quedó sorprendida con los conocimientos
futbolísticos y de básquet de mi tía Raquel.
Nos acordamos con Coni de
la historia de las botas rosas y de las veces que fuimos reinas del
Zamorano.
La abuela en Cuba, la
rosca la trajo Soledad.
Rosario que recordando Pascuas pasadas estaba convencida de que iba a vomitar.
El cerco de la pileta
roto, la pileta que ya se puso verde, el cloro que se acabó y las
hojas de la vereda que tapan la caca de los perros.
Viene la Pascua, empieza
por fin el otoño.
A la noche ayudo por
mail a Camila con unas cosas. Vacunas o globos.
Se cierra la Semana
Santa.
Que se siguió iluminando el sábado, en la vigilia pascual.
Con Maite encendiendo las velas.
Con el otro Mariano, al que no veíamos desde el bautismo de los chicos. Con la pregunta que le hizo Luis sabiendo la respuesta. Con la sensación de que todavía no nos dimos cuenta de cómo nos está abriendo la cabeza.
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