Lunes 4 de la tarde
Llegamos a casa con todos los chicos
desde el jardín.
La casa vacía, Valen en el country y
las personas que supuestamente limpiaban la casa hace tiempo que nos
abandonaron.
En la puerta el camión de la soda
esperándonos.
El que maneja es mi amigo, hace
bastantes años que lo conozco y las chicas más grandes siempre se
ríen porque me dice Flor. Pero viene los martes.
Bajamos del auto y nos saluda con un
venimos hoy porque mañana hay paro.
Ah, claro ustedes paran le digo. Sí,
para nosotros es un lío pero el sindicato no nos deja trabajar. Dos
cajones de soda y un bidón grande.
Con los festejos de
cumple no hubo tanto consumo de soda. Vero llegó tarde y Xime estaba
más para la cerveza y el hóckey.
Le pagué y con la
confianza que me da ese Flor con el que me saluda hace dos o tres
años cuando se estaba yendo le pregunté ¿a ustedes les descuentan
ganancias?
A mí sí me contestó, a
los chicos no porque ganan menos.
Ah , le puse cara como de
a mí también me descuentan, que seguramente habrá interpretado
como una luz verde, habilitado él también por el apelativo Flor al
que se había atrevido hace dos o tres años, y ahí arrancó no me
molesta tanto que me descuenten sino que se lo den a todos esos vagos
que cobran planes.
Mi cara habrá tornado en
un es cuestión de oportunidades porque se frenó evitando un
comentario que entiendo iba a ser políticamente incorrectísimo.
Comenzamos ahi un
interesante intercambio que nos llevó como quince minutos, que
recorrió los conceptos más básicos sobre la lucha de clases y que
finalizamos con un beso y unas Felices Pascuas.
Martes. 4 de la mañana.
Aparece Valen en nuestro
cuarto iluminando con su celular, yo sé que Valen a la noche se la
pasa con el celular prendido, mandando wa, escribiendo en fb. Y
cuando duerme cada uno en su casa, cada vez menos, despertando a KP
para que se levante.
Se está quemando algo nos avisa, hay
humo, vienen los bomberos y alguien estaba martillando en la vereda.
Por un momento tuve la
esperanza, alegría o hermanamiento en la distancia en la imagen de
un posible piromaníaco que hubiera pasado prendiendo los tachos de
basura.
Pero no, parecía algo
más grave.
Cuando salimos con Luis y
Valen al balcón, en la esquina bomberos, patrulleros de la federal,
SAME, humo, olor a quemado insoportable, aire caliente que venía de
a ratos mezclado con el viento de la madrugada.
A veces viene en el aire
ese olor a quemado, la leyenda urbana dice que es cuando encienden
los hornos del cementerio, pero nunca tan fuerte, nunca se mete tan
adentro de la garganta y de los pulmones como este.
De todas formas Pili, que
duerme también en un cuarto que da a la calle jamás se enteró de
nada.
Luis se fue a dormir.
Con Valen decidimos salir
a la puerta. Medio en bolas ambas, veiamos como de las casas de al
lado salía gente rumbo a la esquina.
Nadie duerme pensamos.
En nuestra vereda hay una
especie de toma de agua, alguien la había abierto y esos eran los
martillazos que había escuchado Valen.
Era la toma más cercana
al incendio, a pesar que estábamos como a una cuadra. Pasó un
bombero, miró el caño y se volvió a ir.
Al rato vino otro bombero
con un aparato que parecía un periscopio, que enganchó en el
agujero. Mientras hacía ese movimiento le preguntamos que había
pasado. Un departamento acá a la vuelta. ¿hay alguien adentro?
Desconozco respondió el hombre e inmediatamente giró el periscopio
de la vereda y empezó a brotar del agujero un torrente, alud,
torbellino o huracán de barro que se elevó unos metros y empezó a
ensuciar la ya sucia vereda.
Con Valen nos agarró un
ataque de risa que no podíamos parar.
El agua salía cada vez
más fuerte y cada vez más sucia, el barro ya parecía óxido.
De un balcón de enfrente
alguien le preguntó a los gritos al bombero si iban a cortar el gas
o la luz. No señora, no hace falta respondió el hombre. ¿necesitan
algo más? yo seguía muerta de risa pero me pareció mal no
preguntarle.
No, gracias. La calle
está vacía. No hay nadie siguió el bombero la conversación. Es
por el paro le dijimos, ya no pasan colectivos.
Pensé en preguntarle si
le descontaban ganancias pero temí, en caso de respuesta afirmativa
una reacción peor que la de mi amigo del camión de sodas.
Gente de agua uno y de
fuego otro.
Saludamos y nos fuimos a
dormir.
En el dormitorio Luis,
Loli y Tótal ajenos a periscopios, torrentes, incendios e
incendiarios dormían tranquilos.
Más tarde, stalinismo
puro, irían todas a una escuela en la cual siendo de las que viven
más lejos conformarían alrededor del 25% de los presentes.
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