miércoles, 1 de abril de 2015

Oficios


Lunes 4 de la tarde
Llegamos a casa con todos los chicos desde el jardín.
La casa vacía, Valen en el country y las personas que supuestamente limpiaban la casa hace tiempo que nos abandonaron.
En la puerta el camión de la soda esperándonos.
El que maneja es mi amigo, hace bastantes años que lo conozco y las chicas más grandes siempre se ríen porque me dice Flor. Pero viene los martes.
Bajamos del auto y nos saluda con un venimos hoy porque mañana hay paro.
Ah, claro ustedes paran le digo. Sí, para nosotros es un lío pero el sindicato no nos deja trabajar. Dos cajones de soda y un bidón grande.
Con los festejos de cumple no hubo tanto consumo de soda. Vero llegó tarde y Xime estaba más para la cerveza y el hóckey.
Le pagué y con la confianza que me da ese Flor con el que me saluda hace dos o tres años cuando se estaba yendo le pregunté ¿a ustedes les descuentan ganancias?
A mí sí me contestó, a los chicos no porque ganan menos.
Ah , le puse cara como de a mí también me descuentan, que seguramente habrá interpretado como una luz verde, habilitado él también por el apelativo Flor al que se había atrevido hace dos o tres años, y ahí arrancó no me molesta tanto que me descuenten sino que se lo den a todos esos vagos que cobran planes.
Mi cara habrá tornado en un es cuestión de oportunidades porque se frenó evitando un comentario que entiendo iba a ser políticamente incorrectísimo.
Comenzamos ahi un interesante intercambio que nos llevó como quince minutos, que recorrió los conceptos más básicos sobre la lucha de clases y que finalizamos con un beso y unas Felices Pascuas.


Martes. 4 de la mañana.
Aparece Valen en nuestro cuarto iluminando con su celular, yo sé que Valen a la noche se la pasa con el celular prendido, mandando wa, escribiendo en fb. Y cuando duerme cada uno en su casa, cada vez menos, despertando a KP para que se levante.
Se está quemando algo nos avisa, hay humo, vienen los bomberos y alguien estaba martillando en la vereda.
Por un momento tuve la esperanza, alegría o hermanamiento en la distancia en la imagen de un posible piromaníaco que hubiera pasado prendiendo los tachos de basura.
Pero no, parecía algo más grave.
Cuando salimos con Luis y Valen al balcón, en la esquina bomberos, patrulleros de la federal, SAME, humo, olor a quemado insoportable, aire caliente que venía de a ratos mezclado con el viento de la madrugada.
A veces viene en el aire ese olor a quemado, la leyenda urbana dice que es cuando encienden los hornos del cementerio, pero nunca tan fuerte, nunca se mete tan adentro de la garganta y de los pulmones como este.
De todas formas Pili, que duerme también en un cuarto que da a la calle jamás se enteró de nada.
Luis se fue a dormir.
Con Valen decidimos salir a la puerta. Medio en bolas ambas, veiamos como de las casas de al lado salía gente rumbo a la esquina.
Nadie duerme pensamos.
En nuestra vereda hay una especie de toma de agua, alguien la había abierto y esos eran los martillazos que había escuchado Valen.
Era la toma más cercana al incendio, a pesar que estábamos como a una cuadra. Pasó un bombero, miró el caño y se volvió a ir.
Al rato vino otro bombero con un aparato que parecía un periscopio, que enganchó en el agujero. Mientras hacía ese movimiento le preguntamos que había pasado. Un departamento acá a la vuelta. ¿hay alguien adentro? Desconozco respondió el hombre e inmediatamente giró el periscopio de la vereda y empezó a brotar del agujero un torrente, alud, torbellino o huracán de barro que se elevó unos metros y empezó a ensuciar la ya sucia vereda.
Con Valen nos agarró un ataque de risa que no podíamos parar.
El agua salía cada vez más fuerte y cada vez más sucia, el barro ya parecía óxido.
De un balcón de enfrente alguien le preguntó a los gritos al bombero si iban a cortar el gas o la luz. No señora, no hace falta respondió el hombre. ¿necesitan algo más? yo seguía muerta de risa pero me pareció mal no preguntarle.
No, gracias. La calle está vacía. No hay nadie siguió el bombero la conversación. Es por el paro le dijimos, ya no pasan colectivos.
Pensé en preguntarle si le descontaban ganancias pero temí, en caso de respuesta afirmativa una reacción peor que la de mi amigo del camión de sodas.
Gente de agua uno y de fuego otro.

Saludamos y nos fuimos a dormir.
En el dormitorio Luis, Loli y Tótal ajenos a periscopios, torrentes, incendios e incendiarios dormían tranquilos.


Más tarde, stalinismo puro, irían todas a una escuela en la cual siendo de las que viven más lejos conformarían alrededor del 25% de los presentes.

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