lunes, 6 de abril de 2015

Semana Santa Primera Parte


Jueves
Cinco menos cuarto de la mañana. Luis me despierta.
Tenemos que ir al Mercado pero a las 9.00 viene Mariano para iniciar una Semana Santa de trabajo.
Por eso nos vamos de noche, por una General Paz desierta.
El mercado está vacío. Luis va para un lado y yo para el otro, él a las naves, yo a la libre.
Camino sola con un cajón de mandarinas de 20 kilos que se me van cayendo. 
No amanecía.
Creo que si me lo propongo ahi entre los camiones y los changarines podría encontrarme un novio.

Paro en el negocio en el que en el verano compré melones para averiguar el precio de los limones. Pensé que siempre hablaba con el mismo dueño. No, son dos. Dos viejitos iguales, les pregunto si son mellizos, sí.
Ah yo tengo gemelos, empiezo con el relato. Qué raro me van diciendo a dúo los viejitos -me hacen acordar a Octi y a Estani- dos pares y sin antecedentes.
Vuelvo a mi mantra, dicen que cuando sos más vieja es más fácil. Tengo la teoría personal de que los óvulos son más frágiles y se parten, pero eso ya no se los dije, no porque no lo pueda sostener científicamente sino porque no me pareció tema de conversación con los ancianos una mañana de jueves santo en el medio del mercado.
Ay, no pero no sos nada vieja empezaron los viejitos. 
Y ahi llegó Luis.
Insisto si me lo hubiera propuesto entre los camiones y los changarines me encontraba un novio.

Llegamos a casa a las ocho. Descargamos los cajones. 
Nos dormimos en los sillones del living para no hacer ruido.
Me despertó el timbre, Mariano y una botella de whisky de regalo.
Trabajamos hasta el mediodía dándole forma a un proyecto de eruditos.
Fue el único trabajo intelectual de la interminable lista que tenia para estos días.
Todavía no me animé a probar el whisky.


Viernes

Pili volvió de una fiesta a las ocho de la mañana con dos amigas
Se quedaron las tres durmiendo hasta las cinco de la tarde, hora en la que se fueron a merendar a lo de otra amiga.
Valen ocupó la galería del jardín con dos compañeras de la facultad con las que estudió hasta la hora de irse a su cena de Pésaj.
Vinieron los dos amigos que las chicas más chicas habían conocido en Bahía de los Vientos. Jugaron a las escondidas por toda la casa.
Rompieron el cerco de la pileta. Se perdió por enésima vez la tortuga.
Las amigas de Valen me usaban la bombilla y no me dejaron tomar mate.
En un momento éramos en casa más de veinte personas.

Me senté al borde de la pileta a tomar sol. Nada me importó. Me inventé galaxias.
El viernes santo, ya hace algunos años, para mí es nada más que las manos apretando un cuerpo. 
A veces lo adivino pesado, jaspes cortando el aire; a veces liviano, mármol flotando en el agua.
A veces son mis manos.
Estación trece.





No hay comentarios:

Publicar un comentario