Tenía para contar que Maite tuvo que ponerse
anteojos, que en la sala de espera del oculista había un nene chiquito jugando
con una pistola de juguete; que descubrí Untappd:
una aplicación buenísima para el celu sobre cervezas; que los más chiquitos le
construyeron una casa a Hugo que parece un refugio para la Pachamama; que
compré unas IPAS negras artesanales y el chico que me las vendió me explicó que
las hacía una pareja que además era especialista en plantas carnívoras. Ahora
pasó mucho tiempo y la mitad de las cosas me las olvidé y ya no podría escribir
ni dos renglones sobre ellas.
Hay una mujer que
desde hace unos meses pasea por las veredas con unas regaderas y unos bidones
de agua. Al mismo tiempo muchos de los canteros de la cuadra que rodean los
árboles aparecieron arreglados con unos hilos sostenidos por unos pedazos de
cañas. Nuestro cantero era un desastre, sobresalían las raíces, las cacas de
los perros tapaban todo y estaba lleno de pedazos de piedras de la vereda rota.
Hace más o menos un mes, ví a la mujer
regando el árbol de unos vecinos y le pregunté si nos podía arreglar el
cantero. “Ahora no puedo” me contestó “pero en unos días puedo empezar; tengo
que conseguir unas cañas” “Te doy unas que tengo yo” le dije. Me agradeció.
Desapareció por un tiempo; pensé que habría usado las cañas para otra cosa.
Pero un día tocó el
timbre; nos quería pedir permiso para levantar unas baldosas que estaban cerca
del árbol. Se lo dimos. Levantó las baldosas y se puso a trabajar en el cantero.
Removió la tierra con una pala, trajo compost y plantas de su terraza y armó el
borde con el hilo y los pedazos de cañas. Me avisó que lo hacía por el barrio,
que no cobraba nada pero que después cobraba el mantenimiento.
Cada vez que los más
chiquitos la veían en el árbol salían al balcón y conversaban a los gritos con
ella. “Hay que tenerles paciencia a las plantas” me decía mientras me mostraba
unas hojitas que eran calabazas y unas papas chiquitas que habían crecido en
unas salvias. “A mí lo que me importa es que no vengan los perros” repetía yo.
La última vez que le dije eso añadió “Los perros…, tenés suerte si crees que lo
que vienen acá son perros, hay gente marginal, no tiene dónde ir…”, y enmudeció
de golpe de un modo que logró estremecerme.
Después siguió dándole
a la tierra con la pala pero en un momento llegó a una raíz que no la dejó
avanzar. “Necesitaría un martillo neumático” reflexionó “o un pico”. Me acordé
que en el cuartito mágico del fondo del jardín había un pico. Lo traje pero mi
nueva amiga no quería saber nada con los picos. “¿Cómo tenés un pico con los
chicos? “me decía “ No, no saben que lo tenemos, además estaba desde la casa
vieja, nosotros no lo compramos” “ A mi no me gustan nada, Puede salir volando
una parte” aclaró. “Yo me animo” “decime dónde tengo que darle”. Y agarré el
pico. Le dí con todas mis fuerzas a la raíz; hacía un rato alguien en la calle
me había gritado “mirá los espejos, mami” y no había podido alcanzarlo para
contestarle “el mami te lo metés en el orto”. Ahí fue mi fuerza en el pico, la
que no pude gritar en el “mami te lo metés en el orto”.
Mientras, mi compañera
le pedía perdón al árbol por los golpes pero lo aleccionaba con un “Estás
ocupando con tus raíces los lugares de otras plantas”. Dí bastantes golpes pero
la raíz no se movió. Cuando estábamos terminando le pregunté si no podía pasar
a ver el jardín de casa que necesita urgente todo. “No, no”- me dijo- “yo no
soy profesional. Hago esto porque me gusta y me distrae”. “Yo en realidad ilustro
libros infantiles, estuve en Inglaterra hasta hace poco y ahora volví acá”.
Se quedó un rato más
cortando una enredadera que dejó para que se envolviera en el tronco. Ahí justo
llegaron los chicos del jardín y Toto y Loli se quedaron un rato hablando con
ella. “Bueno, ahora los dejo porque me tengo que ir a dibujar monstruos” se
despidió.
Me imaginé unos monstruos
que tomaban cerveza IPA negra y dejaban sus excrementos en canteros de plantas carnívoras
mientras que una enredadera con una armadura de espejos retrovisores venía con
un pico a poner orden.
La próxima vez que vea
a mi amiga jardinera le voy a proponer si quiere que hagamos una historia
juntas: yo la escribo y ella dibuja.